mercoledì 10 settembre 2008

poètica

entonces la mano
despalabra el follaje de la hora
con la piedra en blanco

Madrid 2004

Dónde el hombre y
su bandera enarbolada,
el hijo de la mano
ala imbatible,
el tiempo que revela la luz
de las palabras
el tono fraternal del canto en el viento.

Había un andén para llegar
a la esperanza y otro andén
de regresoal cereal del día.

Dónde el hombre,
que su tren extraviado se hundió en la noche
de colmillos.

Dónde el hombre
que la sangre abre con su rayo negro el espanto.

Había una estación
para sentarse a distribuir la risa y el saludo.

Dónde el hombre que ordenó la alianza
con la muerte,
dónde el que acercó la llama a la pólvora,
donde el hombre de a pedazos
que dejó apenas
su pavoroso silencio en el estallido.

Había un manojo de vías
teñidas de fascismo,
aquel tren de la muerte de Miguel Hernández,
aquel tren que el franquismo moderno ha regresado
de la niebla funeral que no se ha ido.

Dónde el hombre,
con su parca a cuestas,
con su miedo de espaldas,
con sus plegarias.

Sabrán los dueños de la vida ajena
que el dolor no para,
que el llanto no acaba,
que un abismo de nadas e abre en cada casa
y que ya no tiene causa
la muerte en la tierra.

Dónde el hombre, mañana.

comentario de delfina acosta

La poesía de Gabriel Impaglione está marcada por un profundísimo respeto hacia los demás, o sea, hacia aquellas personas nombradas en los momentos de dolor y de desasosiego. Las vidas trazan una espiral de recorridos en su obra, que es –definitivamente– relevante, porque es humana.
La muerte es una presencia visible en sus versos. También las historias políticas, los sucesos mal nacidos que dejan desamparados a los hombres, las mujeres y los niños. Y además el amor, la claridad de los sentimientos.
El mundo se instala en su poemas que tienen, casi invariablemente, la calidad de una doctrina. Como los versos generosos de Pablo Neruda, sus poemas entran en la vida de todos los lectores.

Escrito por Delfina Acosta en el Suplemento Cultural del diario ABC (Paraguay)